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viernes, 16 de marzo de 2012

1995 ESTADOS DE PERVERSIÓN Y ESTADOS DE INOCENCIA

Tomás Paredes

Bosque, 1997
Hilario Bravo
100 x 81 cm
En la medida que el hombre va perdiendo su soledad, se contamina, se pervierte; y desde sus distintos estados de perversión, manipula y utiliza sus aptitudes y recursos, para conformar un sistema de pensamiento lógico.
En la medida que el hombre accede y actúa desde un estado de inocencia, crea, dispone de la actitud para posibilitar un pensamiento mágico y para materializarlo.
Todo sucede en un espacio y un tiempo determinados, pero, ocurre que el pensamiento mítico, desde la especificidad de sus componentes, organiza tiempo y espacio como un único principio intemporal, situado, con igual intensidad, in illo tempore que en lo por venir.
El arte es una acción del hombre, engendrada a partir de una actitud determinante, en su intelecto. Todo lo que es, antes tuvo que engendrarse, construirse en el pensamiento, ser para ser.
Este entramado de estados y pensamientos constituye el fundamento de la obra que Hilario Bravo presenta, ahora, en Madrid; del equilibrio o precisa arbitrariedad de esos elementos depende el grado de su hechizo.
En el estado de perversión, el hombre asimila, imbrica conocimientos, reagrupa conceptos, descompone para reordenar, utilizando los vestigios de la cultura y su disposición intelectual para justificar su estado y la evidencia material del mismo.
Desde el estado de inocencia, el hombre dice su dimensión absoluta o lineal, que consolidada llega a crear un lenguaje propio, que es el cauce natural de la constancia de su mundo esencial, de su aportación, densamente particular, única vía posible de aproximarse a lo universal.
Hilario Bravo conceptualiza formas, culturiza, poetiza, crea una iconografía de símbolos y conceptos, de deseos, de referencias míticas, en donde se entrelazan la almáciga de la razón y las simientes del pensamiento único.
Desde la inocencia, es una manifestación natural, crea; no como un suceso automático, sino como un prodigio inevitable, como una confesión de luz irremediable, propia, indómita, profunda, sencilla, que fija las huellas de su enteridad, el ser de su miajón incontaminado.
Mitanni, 1992
Hilario Bravo
87 x 71 cm
Materiales simbólicos como el sueño, el bosque, la escalera, cálices, peces, el tiempo, la noche, transitan en imágenes y conceptos, por estas telas, dominadas, ante todo, por su tensión poética, creativa, por su nervadura tonal, por los gestos funerales, por la búsqueda existencial. Hay hojas y ceniza y, en consecuencia, hubo lumbre.
En muchas ocasiones, si a estos fondos de luz acrisolada y retenida, si a esta pintura germinal, la liberásemos de los signos, incluso de la anécdota, perdería vistosidad, es decir, reclamo, efecto, pero nunca su entidad; es posible que aparentara ser más dura, pero nunca gratuita, lo que prueba y apoya su interés.
Alianza de pintura y de soltura, de formas y abstracciones, de mitos y de ritos, que autentifica este trabajo. La escalera simboliza la gradación ascensional, el culto a los antepasados, al igual que el pez, además, movimiento penetrante, barco místico de la vida, vetusta metáfora fálica y de la fecundidad.
El bosque es símbolo de la tierra, territorio sacrificial; la noche, madre de los dioses, simiente; la copa, corazón, contenido, talismán para la garganta de la hidromancia. En este luminoso retablo extremeño hay vibraciones, distancia, resplandor de fuego olvidado.
Hay en esta obra, óleo, materias, elementos orgánicos e industriales; gesto, ambición, insinuación del dibujo, apuntes de color; composición premeditada, equilibrio de estados y pensamientos y, sobre todo, el dominio de la voz de la suma de todos los colores, en suma: nivel de expresión y claridad, haz y envés de la música de Mozart.
T.S. Elliot defendía la poesía no como un hallazgo de la sensibilidad y de la emoción, sino como el preciso señalamiento de la evasión de la emoción. Hay mucho de los enunciados mozartianos y eliotanos, en la vida y en la obra de Hilario Bravo, oficiante de liturgias creadoras.
Desde “sueño”, 1990, una exquisita nota mozartiana y arquetipo del estado de inocencia, a “lenguaje angustiado”, 1994, magnífico ejemplo de heterogénea perversidad, hay veinte lienzos que testimonia un lustro de creación de este artista, cada vez más entregado a su tierra, a su yo, a sus raíces, a su particularidad, o lo que es lo mismo, cada vez más orientado, más libre, más en el horizonte de lo que es preciso ver, de lo que es necesario apartarse.


Catálogo Galería Pilar Parra. Madrid, marzo de 1995.

Ríos, 1992
Hilario Bravo
187 x 160 cm




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